Aprendizajes Laicos, un tajo en la escuela normalista: parte 5

Parte V: El punto de partida

El proyecto se implementó entre tensiones subterráneas, nadie se oponía formalmente, pero no había ninguna convicción acerca de la importancia de ofrecer esta dimensión educativa: autoridades y docentes cedían espacios ante la demanda estudiantil. Excepcionalmente alguien acompañaba, con el tiempo se logró que en algunas horas subsiguientes se continuara con los temas trabajados en los talleres. Varixs no cedieron sus espacios ante exámenes evaluativos o semanas de recuperación. Lxs docentes en general priorizaban los conocimientos que correspondían a la hora curricular establecida. Estas actitudes hablaban de una educación más bancaria que transformadora. No se advertía la necesidad de educar en sexualidad entendiendo que “estos saberes naturalmente las personas los adquirían en la familia” o “no era necesario impartirlos porque no eran educables”.

En general las aulas estaban sitiadas por el poder docente, bajo la consigna de la libertad de cátedra los nuevos conocimientos no adquirieron legitimidad escolar aunque la ley 26150 se había sancionado y extendido a todo el territorio nacional. Las provincias tardaron en adherir formalmente y más aún en aplicarla o formar al colectivo docente.

Los inicios despertaron una gran algarabía entre los y las estudiantes lo que entusiasmó a quienes dictábamos los talleres. Ser requeridos por ellxs era un gran placer aunque excedía nuestros recursos, lo que hizo que fuéramos gestionando y ampliando el equipo con nuevos profesionales. Estas actitudes positivas de lxs jóvenes era lo que motorizaba el proyecto invalidando las resistencias que lo acompañaron en casi todo el proceso pero que no lograron derribarlo.

El resto de los actores escolares tuvieron en sus inicios en general actitudes y conductas expectantes. El caso de lxs no docentes no tardó en manifestarse, no así la de lxs preceptorxs que son los que sostuvieron la dinámica grupal. Estos últimos oscilaron entre conductas colaborativas e indiferentes.

Las autoridades universitarias mantuvieron un silencio complaciente, las de la escuela no se opusieron pero los niveles de adhesión fueron diferentes según quienes ejercieran los cargos de conducción. El cargo de mayor jerarquía cambiaba cada cuatro años.

Un debate que estuvo siempre presente fue la asignación de horas curriculares, desde la cesión de horas cátedra, tutoría, libres, extracurriculares, materias afines, etc. hasta horas en contra-turno todas las variables fueron ocupadas para dictar los talleres. Al no tener un espacio curricular propio la dificultad existió siempre. Desde el discurso de los especialistas que elaboraron la ley se señalaba que los conocimientos sobre sexualidad tenían que integrarse a todas las asignaturas de manera transversal, este objetivo nunca pudo cumplirse porque lxs docentes se resistían a tener que hablar de “esos temas”. Esta no fue la única razón, la falta de coraje y voluntad política para instituir una política institucional fue una causa incidente.

Así mismo los espacios áulicos los ocupamos siempre teniendo en cuenta la disponibilidad de lxs docentes y la eventual buena voluntad de las autoridades.

Partíamos en una barca sin brújula, pero nos alentaba navegar hacia un horizonte más humano.

¿La aventura valdría la pena? ¿Qué puerto nos esperaba? ¿Naufragaríamos?

Continuará…

Por Marta Fourcade

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