Parte I: La revuelta de las pibas y los pibes
La argentina de los noventa ofrece un escenario relajado con cierto aire surrealista donde los y las argentinas vivíamos la fiesta inolvidable. La convertibilidad nos había transportado al primer mundo y el menemato prometía desde el neoliberalismo la receta mágica para vivir un estado de bienestar permanente. La farandulización de la política -que fue el signo de la década- brindaba espacios poco dispuestos para afrontar la presencia del SIDA, cuya amenaza ponía en jaque las relaciones vinculares y sexuales. Los encuentros furtivos disminuyeron y la sexualidad entró en un cauce sospechoso. El peligro de muerte que ventilaba, llevó primeramente a que las comunidades de homosexuales -a quienes se les atribuía el contagio del virus- se pusieran en alerta y comenzaran a trabajar en la prevención de la salud sexual.
En las áreas culturales y socioeducativas el miedo no tardó en hacerse presente. La población adulta sin herramientas para prevenir el contagio, cedió la responsabilidad a algunos actores sociales y facilitó la apertura a la escuela para que se encargara de hablar con los hijos acerca del peligro del contagio.
En esos tiempos las pibas y los pibes de la Escuela Normal Juan Pascual Pringles se levantaron haciendo escuchar sus demandas, la rebeldía pobló las aulas y despertó la atención de la asociación de padres y madres -AENPRI- que con una escucha activa tomó la iniciativa. Finalizaban los años 80.
¿Se educa la sexualidad? Fue la interpelación al corpus de las Ciencias de la Educación
Otros adolescentes en los años 70 habían levantado sus voces irrumpiendo en la escuela con demandas colectivas, pero esa es otra historia que iremos relatando de adelante hacia atrás.
Volvamos a las madres y padres de la asociación de los 90 que decidieron hacer suya la necesidad de los jóvenes y con una visión a futuro ejercieron su poder y elaboraron una encuesta para aplicar a todas las familias.
Consultaron qué opinaban acerca de que la escuela diera educación sexual a sus hijos. La muestra dio como resultado que la mayoría de las familias aprobaban la iniciativa. Lo más significativo fue que entre las preguntas que se realizaban era si ellos daban educación sexual a sus hijos. La mayoría respondió que si. Paradójicamente ante la misma pregunta los estudiantes respondieron negativamente. Los jóvenes manifestaron que todo lo que les decían sus padres cuando salían con sus amigos era “que se cuidaran”. Eso era todo.
Los resultados sistematizados por la Dirección de Estadística de la UNSL, preocuparon a la asociación porque toda la información que recibían lxs estudiantes eran de sus pares que re transmitían datos no científicos cargados de prejuicios y tabúes propios de la desinformación y de una sociedad culturalmente conservadora.
La tarea fue transformar esos datos en una respuesta para los adolescentes, nos conectamos en la ciudad de San Luis con diferentes referentes del área de la salud: uno fue el doctor Ricardo Flores médico que en el Colegio María Auxiliadora dictaba clases de “Educación para la vida” desde una concepción biologicista, otros fueron profesionales de la psicología que se habían formado en Sexualidad Humana en Rosario y Buenos Aires, como la Lic. Garro Auderut y la Lic Leticia de Magallanes.
También convocamos a profesionales del área de salud de la provincia como a la TS Teresita Alacua y a autoridades de la Dirección de Asuntos Estudiantiles con la idea de obtener datos locales que dieran cuenta de lo que se estaba realizando en la ciudad. La propuesta inicial fue interesar a las autoridades de la universidad para dictar talleres a lxs estudiantes del nivel superior.
La convocatoria fue amplia y el resultado desalentador sobre todo en quienes habíamos puesto más expectativas como eran las profesionales de psicología por la especificidad de la temática. Una de las profesoras opinó que era “involucrarse en una actividad muy difícil y delicada que pertenecía a la vida privada de las personas”. La otra dijo que “era una función de la familia”. Solo la licenciada Roxana Vuanello quien había trabajado en la sistematización de los datos, entendió la necesidad de elaborar un proyecto que atendiera las necesidades de los/las estudiantes.
El temor a la reacción de los padres y madres de la escuela fue una constante que ancló más en las fantasías que en las realidades cotidianas.
El proyecto elaborado con los aportes que se indagaron en otros espacios privados y públicos especialmente en las escasas experiencias que algunos pioneros realizaban en la Capital Federal y la presencia del SIDA en nuestro país, permitió patear el tablero y superar las resistencias que se advertían no solamente al interior del ámbito educativo sino también en el seno de la comunidad de San Luis.
La Universidad Nacional de San Luis se hizo cargo de mi formación en los años 91 y 92 realizada en el Centro de Estudio Terapia e Investigación en Sexualidad Humana –CETIS- cuyo Director el Dr. León Gindín médico y psicoanalista mantenía un liderazgo en el tema y un prestigio que había trascendido el país. Otorgaba una Especialización en Sexualidad Humana a diferentes profesionales de grado con un enfoque multidisciplinario.
El proyecto elaborado con la licenciada Vuanello tuvo el aporte de las disciplinas de las integrantes del Departamento Interdisciplinario de Apoyo Escolar -DIAE- donde se había situado el mismo, en particular de las Ciencias de la Educación en la figura de la Lic. Cristina Dequino quien aportaba la mirada desde los aspectos pedagógicos necesarios para que los estudiantes pudieran internalizar la información teniendo en cuenta estrategias educativas según niveles etarios y de comprensión madurativa.
Antes de ser implementado fue dado a conocer y ofrecido a los y las docentes de la casa para recibir sugerencias. La mayoría no opinó. La profesora de francés Mirtha de Zuppa comprometida con las cuestiones escolares realizó un comentario positivo.
Los inicios fueron con autorización de las autoridades de la escuela y fundamentalmente con el apoyo de AENPRI. Se comenzó con el último curso del nivel secundario -sexto año- con lo que se llamó entonces “Talleres de Sexualidad para Adolescentes”.
Las y los muchachos lograron el objetivo, la escuela aprobaba la iniciativa y se hacía cargo de ofrecer educación sexual a los y las estudiantes.
La otra pregunta es: ¿Quiénes son los responsables de hacerlo?
Continuará…
Por Marta Fourcade
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