Siempre anduve andando, de ida más que de vuelta. En cada lugar amé, sufrí y volví a nacer. A cada lugar volvería para morir como si en cada lugar quisiera seguir estando. Me tocó así la vida y no reniego. Años miré el Illimani por la ventana. Años trabajando por la Educación con Campesinos en el Altiplano, con campesinos en el Valle y con campesinos en Vallegrande.
Bolivia es el antigal de América y llevo en mi corazón y en mi conciencia, Tiwuanaku, los Aimaras y los Quichuas. Mojé mis labios y mis manos en el Lago Titikaka, aprendiendo todos los días a vivir la Cultura Andina. Allí me sentí un feliz Transhumante que se quedaba a vivir un buen tiempo bebiendo el paisaje, hasta enamorarme del aire frío, el río helado y las montañas pintadas de blanco eterno.
Allí me quedé a vivir, donde al principio te duele la pobreza y el frío. Pero con el tiempo y mirando con otros ojos te das cuenta que es una pobreza digna. Allí en el Altiplano, donde se cultivan más de 60 variedades de papa. Allí, donde los Aimaras fueron capaces de crear entre las 5 Tecnologías más antiguas del mundo: “La deshidratación de la Papa”, llamado Chuño o papa negra. Sabiduría pura, para no morir de hambre en caso que la helada haga perder la cosecha del año. El chuño puede guardarse por años y así que nunca falte.
Qué extraña es la vida del Trashumante. Te la pasas extrañando lo que ya fue y creando nuevos castillos de arena que ya vendrán; “pero todo está guardado en la memoria”, como dice Gieco.
Ahora sé que el Trashumante quiere compartir la vida, desea vivir la Cultura del lugar. Vive aprendiendo la vida. Por ejemplo: hace apenas unos días he regresado de Jujuy. Volví a Jujuy después de más de 20 años. Allí viví más de 8 años, seguro que bebí el agua del Río Xixi Xixi y por eso regresé, tal cual reza el dicho popular: “Si bebes agua del Xivi Xivi, siempre regresas a Jujuy”. Extrañaba la cultura Andina que allí también se comparte.
Pero como dice Víctor Heredia: “Nos vamos poniendo viejos … y al final”, … te tira el pago para no estar tan solo y recuperar a las amigas, amigos y el paisaje de las Sierras que dejé, pero que nunca he podido olvidar.
Nadie como mi compadre y amigo Miguel Bustos para describir el paisaje de nuestra tierra cuando dice: “Un poco más allá de aquella Sierra, se levanta tranquila la arquitectura de mi pueblo”. (Que descanse por siempre el Poeta).
Espero y deseo, pero nunca se sabe, que las sierras de El Volcán me atrapen y me quede a descansar en tierras Puntanas que tanto amo también. Quiero mojarme la cara con las aguas transparente del Río Volcán y allí quedarme a vivir.
Espero que este corto relato, sea pedagógicamente interesante, pues como Educador es lo que deseaba. Me siento un Pedagogo Transhumante, acompañado de música y poesía del alma. Hasta la próxima.
Por Néstor Hugo Quiroga – quiroganestorh@gmail.com