Si queremos realmente poder pensar las realidades del sur y abordar los verdaderos procesos de descolonización deberemos admitir en primer lugar, que aún seguimos bajo la colonia (aunque ahora se trate de nuevas formas en la continuidad de las antiguas, que aún no fueron deconstruidas y siguen vigentes); en segundo lugar, debemos, para poder liberarnos de esta dominación (europea-euronorteamericana) repensar, analizar y estudiar estas realidades.
Si las palabras crean el mundo, si las teorías arman los universos, es necesario entonces pensar las palabras que utilizaremos para describir todos estos procesos que llevan siglos de férrea imposición, antes, y de sutil permanencia en la actualidad, con las otras formas de dominación como las políticas de sometimiento económico, administrativo, armamentístico, ideológico, epistemológico y cultural. Un gran triunfo de los colonizadores es haber logrado imponer la idea de que las del norte son formas avanzadas de cultura y conocimiento, en detrimento de otras, las del sur, que serían subdesarrolladas, atrasadas, periféricas y sin validación.
Breve recorrido histórico. Referentes y publicaciones claves
Aquellos que están trabajando en un “Proyecto latino/ latinoamericano modernidad/decolonialidad” toman la propuesta de Escobar que, en el 2004 plantearon la categoría conceptual de decolonialidad utilizada en el sentido del giro decolonial desarrollada por el filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado Torres en el 2006, y que es complementaria a la conocida categoría descolonización utilizada por las Ciencias Sociales del siglo XX.
Algunos referentes reconocidos en estas temáticas y propuestas son Wallerstein y Quijano. Quijano, un sociólogo peruano y el norteamericano Immanuel Wallerstein iniciaron un proceso de trabajo de investigación en los años 70 en torno a la teoría de la dependencia. Estos grupos produjeron varios encuentros, por ejemplo en Venezuela con el apoyo de la CLACSO donde estuvieron invitados Mignolo, Escobar, Quijano, Dussel y Coronil.
De aquel encuentro salieron uno de los libros más importantes como La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, publicado en Buenos Aires en el año 2000. Entre los participantes había dos argentinos el filósofo Enrique Dussel y el semiólogo Walter Mignolo, el primero reconocido en América Latina por ser uno de los fundadores de la “filosofía de la liberación” y el segundo que estaba empezado a hacerse reconocido en los estudios poscoloniales a partir de su libro The dark side of the Renaissance. Tanto Dussell, Quijano y Vignolo, en ese congreso en Venezuela en el año 2000, comenzaron a analizar las herencias coloniales y el diálogo con la propuesta del “Sistema-mundo” de Wallerstein. Al año siguiente realizaron otro encuentro donde se abrió el diálogo con las teorías poscoloniales de Asia, África y América Latina y participaron otros estudiosos como Vandana Swami, Chandra Mohanty, Zine Magubane, Sylvia Winters, Walter Mignolo, Aníbal Quijano y el antropólogo venezolando Fernando Coronil. Paralelamente se iban produciendo distintas investigaciones en toda latinoamérica en torno al tema con la red en Colombia con Santiago Castro-Gómez.
En Bogotá luego se reunirían otros grupos transdisciplinarios con la semióloga argentina Zulma Palermo y la alemana Freya Schiwy y saldrían las primeras dos publicaciones en estos encuentros como Pensar (en) los intersticios teoría y práctica de la crítica poscolonial (1999) y La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina (2000) ambos editados por el Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar. Para el año de 2001 ya hubo otros movimientos y otros encuentros con grupos de intelectuales indígenas y afroamericanos del Ecuador, se publicó el libro Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder, editado por Catherine Walsh, Freya Schiwy y Santiago Castro Gómez editorial AbyaYala. En Quito una tercera reunión, luego otra en California en el 2004, también otra quinta reunión se realizó en junio del 2004 con Escobar Walter Mignolo en la universidad de Carolina del Norte bajo el nombre de “Teoría crítica y decolonialidad”.
Entre los aportes individuales, nos referimos al libro El encubrimiento del otro. Origen del mito de la modernidad (1992), de Enrique Dussel, The darker side of the Renaissance (1995) e Historias locales / Diseños globales (2002) de Walter Mignolo, Modernidad, identidad y utopía en América Latina (1988) y artículos como del Poder eurocentrismo y América Latina y Colonialidad y modernidad racionalidad y Colonialidad del Poder eurocentrismo y América Latina, de Aníbal Quijano, La intervención del tercer mundo (1999) y El final del salvaje (2000) de Arturo Escobar; The magical state (1999) de Fernando Coronil, La ciencia y la tecnología como asuntos políticos (1994) de Edgardo Lander; Colonial Subjects (2003) de Ramon Grosfoguel y Crítica de la razón latinoamericana (1996) y La hybris del punto cero (2005) de Santiago Castro-Gómez. Algunos de los autores que hemos mencionado están trabajando en el marco del Foro Social Mundial, donde también participa el emblemático Boaventura De Souza Santos. En el foro de Caracas se reunieron bajo el título de “Colonialidad del saber- saberes otros-revoluciones otras”.
Conceptos, Palabras, Paradigmas
Para poder hablar de estas realidades que estamos estudiando necesitamos aclarar los conceptos utilizados, entre ellos el concepto y el uso de las categorías de Colonialidad y la de Colonialidad del poder.
El concepto de colonialidad desestima la idea de que vivimos en un mundo descolonizado o poscolonial, en todo caso estamos en una transición del colonialismo moderno a la colonialidad global donde se han transformado las formas de dominación moderna acentuándose las posiciones centrales hegemónicas en contra de las de la periferia. A nivel mundial han surgido entonces nuevas instituciones colonialistas como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN militar o agencias de inteligencias como las surgidas después de la Segunda Guerra Mundial, que siguen apostando a la subordinación de las periferias. Por lo tanto se prefiere hablar de un Sistema-mundo europeo- euro norteamericano, capitalista, patriarcal, moderno, colonial, tal como propone Grosfoguel ( 2005). Desde este enfoque llamamos decolonizar al formato que sostiene que la descolonización conocida, con el nacimiento de Naciones independientes, fue meramente administrativa y apunta a que se debe continuar el proceso en los ámbitos excluidos por aquella descolonización administrativa. Es necesario decolonizar (ya no descolonizar) los aspectos epistemológicos, étnicos, espirituales, de género y sexualidad de los pueblos colonizados. Desplegadas en la modernidad, las estructuras colonialistas, se fueron formando en el siglo XVI y XVII y continúan hasta la fecha. La perspectiva decolonial también sostiene que las categorías que hay que utilizar son las de geocultura porque hay que localizar los posicionamientos ideológicos en su geografía (y por lo tanto desenmascarar sus pretensiones políticas) para evitar una supuesta asepsia en cuanto a su origen. Se aclara y lo mismo hace el Foro Social Mundial, que las categorías de análisis ortodoxas marxistas carecen de la amplitud necesaria para entender estos eventos, ya que hablar de infraestructura y superestructura no alcanzan a conformarse como categorías necesarias para un análisis tan complejo, tal como lo sostiene Kontopoulos (1993) .
Los grupos que investigan y trabajan en esta temática comparten el concepto propuesto por Leopoldo Zea parafraseando a Rodó, denominado la “Nordomanía”, es decir los esfuerzos de las élites criollas de la periferia (oligarquías locales) para imitar los modelos de desarrollo que vienen del Norte mientras reproducen las formas de colonialismo. La “Nordomanía” también propone la negación de la coetaneidad en el tiempo del surgimiento de saberes y conocimientos, es decir la simultaneidad epistémica, la coexistencia en el tiempo y el espacio de diferentes formas de producir conocimiento y que ha llevado también sostener que el sistema Europa/Euro-norteamérica sea pensado como el que tiene un desarrollo cognitivo, tecnológico, social más avanzado y superior sobre todas las demás. Se fundan así, en las antiguas dicotomías civilización y barbarie, desarrollo y subdesarrollo, occidental no occidental. Las corrientes, tanto la denominada Sistema-Mundo como las de estudios poscoloniales europeas, critican las ideas que pretenden ubicar a los pueblos del sur como subdesarrollados o inferiores.
Por lo tanto es de fundamental importancia incorporar la noción de ”colonialidad del poder” acentuando que el mundo no ha sido completamente descolonizado. Nos referimos entonces a que la primera descolonización iniciada en el siglo XIX y en el siglo XX, por las de españoles primero y por las de ingleses y franceses después, fue incompleta, ya que solamente se limitó a una independencia jurídica-política de las periferias, fue una simple independencia administrativa. La segunda descolonización a la cual nosotros aludimos con las categorías de colonialidad/decolonialidad se refiere a la heterarquía de las múltiples relaciones raciales, étnicas, sexuales, epistémicas, económicas y de géneros que la primera descolonización dejó intactas. Entonces se apunta a una decolonialidad que complemente y que complete los procesos de descolonización de los siglos XIX y XX. Para ello es necesario desarrollar un nuevo lenguaje y nuevas categorías conceptuales que permitan analizar este proceso, este sistema-mundo-capitalista-patriarcal-moderno-colonial sin depender de las viejas categorías de las Ciencias Sociales decimonónicas o tradicionales.
Este es el gran desafío teórico que este grupo dice tener en este momento, el capitalismo no es sólo un sistema económico y tampoco es sólo un sistema cultural sino que es una red global de poder, integrada por procesos económicos, políticos, culturales que mantienen todo el sistema. Los nuevos conceptos que debemos pensar tienen que representar la complejidad de las jerarquías de género, raza, clase, sexualidad, conocimiento y espiritualidad que fueron dejados de lado por las independencias administrativas de la descolonización y deben ser considerados ahora en la actualidad. Los conceptos que se utilicen deberán representar y dar nombre a esta complejidad.
El pensamiento heterárquico es un intento de conceptualizar las estructuras sociales con un nuevo lenguaje que vaya más allá de las propuestas conceptuales de las Ciencias Sociales euro-céntricas del siglo XIX que siguen vigentes aún hoy, usando el viejo lenguaje para seguir sosteniendo los poderes y los sistemas de dominación (para las ciencias sociales modernas la etapa colonial es parte del pasado y no un proceso vigente). Necesitamos pensar un lenguaje nuevo, dispositivos heterónomos y vinculados en Red.
Las heterarquías son estructuras complejas donde ningún sistema o ningún nivel está por debajo de las demás o por encima de las demás sino que todos ejercen un grado de influencia mutua en diferentes aspectos particulares y coyunturas históricas específicas. La heterarquía jamás es completa, no es jerárquica sino parcial. Como diría Lacan es No-toda, no-universal. Las heterarquías tampoco sostienen una sola lógica sino que hay varias lógicas coexistiendo. Señalan procesos complejos heterogéneos y múltiples con diferentes temporalidades y geoposicionadas.
La teoría colonialidad del poder que propone Quijano, habla de otros elementos que hay que incorporar en el análisis de la noción de colonialidad. Los discursos de sistema-mundo-capitalista se asociaron a discursos racistas, homofóbicos, sexistas del patriarcado europeo que dejó de lado jerarquías de poder en lo racial, espiritual, epistémico, sexual y de género pues la expansión colonial europea fue llevada a cabo por varones heterosexuales europeos que exportaban sus categorías, sus discursos y provocaron estas exclusiones que de ahora en más hay que tener en cuenta.
Quijano utiliza la noción de colonialidad y no la de colonialismo por dos razones principales: en primer lugar para llamar la atención de las continuidades históricas entre los tiempos coloniales y los tiempos poscoloniales y en segundo lugar para señalar relación, las relaciones coloniales de poder que no se limitan sólo en lo económico político y jurídico administrativo de los centros a las periferias sino también que tienen una dimensión epistémica y cultural.
Un componente muy firme de estas posiciones de las epistemologías del sur como llamaría Boaventura de Sousa Santos, es una crítica a la actitud colonial del conocimiento, pues se ha logrado a través de los siglos, dar una superioridad al conocimiento europeo para sostener ese sistema de dominación. Todos los conocimientos y saberes subalternos fueron excluidos, omitidos, silenciados, ignorados. Desde la Ilustración del siglo XVIII, se silenciaron todos los demás conocimientos bajo el rótulo de etapa mítica inferior, premoderna o precientífica del conocimiento humano. Sólo los conocimientos generados por la élite científica y filosófica de Europa se tenían por conocimiento verdadero, incluso logrando por una maniobra inteligente de desanclarlo del espacio-tiempo geopolíticamente localizado.
Al descolocar geopolíticamente el conocimiento lograron disfrazarlo de conocimiento neutro-mundial-universal con valor de verdad. Fue llamado el punto cero tal como lo propone Castro Gómez en el 2005, refiriéndose al logro europeo para hacer creer que el conocimiento científico es neutro universal, verdadero, único, ni geo ni políticamente localizado y tendencioso, válido para todos, dejando de lado todo otro tipo de conocimiento y episteme tildados de periféricos, precientíficos y desvalorizados en su capacidad de saberes válidos. Este concepto de la Hybris del Punto Cero, alude a la pretensión de construir un pensamiento objetivo con características de neutralidad, con un punto de vista irrebatible de la absoluta objetividad aséptica sin posición subjetiva y política alguna. Las ideas de la Biblia son reemplazadas por la «razón» de los pensadores ilustrados “europeos”. La Hybris alude, al pecado entre los griegos antiguos de querer ser como los dioses para, desde el Punto Cero, un locus neutral, objetivo y absoluto, pretender observar el mundo
Por lo tanto en primer lugar las teorías decoloniales se proponen lograr la visibilidad de los conocimientos otros (otros conocimientos) que fueron dejados de lado por el proceso de colonización para recuperar la autenticidad cultural de los pueblos. En ese sentido se lo denomina la otredad epistémica y se propone una intersección epistémica entre lo tradicional y lo moderno una resistencia semiótica capaz de resignificar las formas hegemónicas del conocimiento de racionalidad eurocéntrica por subjetividades subalternas. También se han usado conceptos como sistemas de frontera, como lo dice Mary Louis Pratt o zonas de contacto, para recuperar los modos de conocimiento de las minorías y de las memorias geopolíticas de la colonialidad. Según Mignolo y Dussel este es un espacio transmoderno donde se están creando formas alternativas de racionalidad ética y de nuevas formas de utopía en la producción de conocimientos. No podemos seguir sosteniendo la visión universalista eurocéntrica del punto cero.
Desde la perspectiva modernidad-colonialidad de análisis se están reflotando los conocimientos sometidos, subalternizados por la visión eurocéntrica del mundo, de trabajadores, mujeres, sujetos racializados coloniales, disidencias sexuales, movimientos antisistémicos. Por lo tanto, se hace necesario la utilización de una corpo-política del conocimiento sin pretensión de neutralidad y objetividad ya que todo conocimiento se encuentra incorporado, encarnado en sujetos, atravesados por contradicciones sociales, vinculados a luchas concretas y situaciones geopolíticamente localizadas. La idea eurocéntrica del Punto Cero (leer La Hybris del Punto Cero de Castro Gómez), es parte de la estrategia de dominio económico político y cognitivo sobre el mundo donde las ciencias sociales son parte de ese modo de pensar. Estos nuevos grupos de modernidad colonialidad intentan incorporar el conocimiento subalterno a los procesos de producción de conocimiento más allá del occidentalismo, recuperando lugares institucionales y no institucionales donde puedan ser escuchadas y habladas esas voces excluidas.
En este sentido siguiendo a Nelson Maldonado Torres hablamos de un giro decolonial no sólo de las ciencias sociales sino también de otras instituciones modernas como el derecho a la universidad, el arte, la política y la intelectualidad. El paradigma de la decolonialidad parece imponerse como una necesidad ética y política para las ciencias sociales latinoamericanas. Este artículo ha basado su recorrido en las postulaciones presentadas por Santiago Castro Gómez y Ramón Grosfoguel en el prólogo denominado Giro decolonial, teoría crítica y pensamiento heterárquico, del libro El giro decolonial publicado por Editorial Pensar, en el año 2007 en Colombia.
Por: José Luis Irazola.