En la Agenda Marziana
El hospital de salud mental, se transformó
La mañana estaba clara, y el hospital de pie recibía a los invitados
que acudían a la conmemorar del 24 de marzo.
Un grupo de jóvenes trabajadoras- las de Ulloa- apelaron a la
Historia y convocaron a sobrevivientes de la dictadura cívico militar
empresarial y religiosa para que ofrecieran sus testimonios
Un nutrido auditorio de gente joven llamó la atención, militantes,
autoridades universitarias y provinciales escucharon los relatos
desgarradores de quienes pasaron por el secuestro, la tortura y la
privación de la libertad; hechos sin los cuales no se hubiera podido
implementar un plan económico de dependencia y colonización
Desde entonces prometimos Un Nunca Más en un pacto social que
nos acompañó estos 48 años de democracia. Hoy más que nunca gritamos
este compromiso cuando un gobierno nacional negacioncita y brutal
destruye casi una década de Historia vivida a fuego y sangre
En contraste el hospital elevó su voz institucional y las autoridades
provinciales presenciaron estoicamente cada minuto de ignominia
contada con la mirada nublada y la emoción en la garganta Todo lo
guardado fue expulsado y las heridas sangraron nuevamente de dolor.
La música y el canto anunciaron nuevos anhelos y los colores
invadieron el espacio.
La voz de Silvia haciendo rugir el escenario reunió toda la atención
de los presentes, las lágrimas se enjugaron y dieron paso a la rabia y a la
impotencia al vislumbrar un país y un mundo en retroceso. La indignación
sacudió adormilamientos y rebeldías
El clima fue de resistencia, crujieron las paredes de ese viejo
hospital remozado por fuera y por dentro, las jóvenes memorias lo
lograron y la conciencia de internos y concurrentes se tornó saludable.
Esta conmemoración “curó” más que múltiples sesiones
convencionales, porque ahuyentó fantasmas, convocó a la Verdad, a
conservar la Memoria, a apelar a la Justicia y a refundar una sabiduría
comunitaria.
Palabras de Patricio Torne, poeta, expreso político y militante de DDHH
“Compañeras, compañeros, amigos militantes, organizaciones.
Por estos días me habita la rabia, una rabia inmensa que es difícil de disimular. Yo se que la rabia no es buena consejera, pero también se que la resignación es la derrota del espíritu.
No es necesario enumerar la serie de canalladas que están ocurriendo propiciadas desde el gobierno nacional y sus cómplices, y no se hace necesario enumerar, porque todos somos víctimas de cada una de las medidas que se toman, y queda al descubierto que, en nombre de la democracia, puede ejercerse la más violenta dictadura. Los hechos hablan por si mismo y no hay retórica capaz de disimularlo.
Ahora bien, si los hechos son los que son y no necesitan enumerarse, es posible entonces que alguien pueda responder: Dónde están los empoderados que hasta no hace mucho daban la vida o se comían el mundo con grandes anuncios? Dónde la dirigencia comprometida? Se terminó todo eso cuando terminó el gobierno de Cristina? Dónde quedó aquella consigna que decía “si la tocan a ella nos tocan a todos”? Resultó ser que a ella la tocaron, la ultrajaron y hasta atentaron contra su vida y todo siguió como si nada.
Tengo la sensación que el empoderamiento sólo sirvió para alcanzar una migaja del poder o hacerte sentir que la política es un limbo celebratorio mientras estás en el gobierno, para volverte a tu casa cuando ya no se sigue ganando y sólo quedan estertores en las redes sociales.
Nosotros, nuestra generación, la de los gloriosos 70, los sobrevivientes, estamos chapoleando en el barro de una frustración que es más amarga que el cianuro. Tal vez sea hora de no seguir romantizando un mundo que tiene que ver más con la esperanza que con lo que hay. Dejar, por ejemplo, de ver una juventud a la que llenamos de dones y comprender que, en su gran mayoría, ha venido sirviendo para alimentar al monstruo enemigo; una juventud que no está en condiciones de leer 10 líneas seguidas; que fuera del teléfono y las redes es como el murciélago a pleno sol; una juventud que, como se ha visto, es la que votó a este esperpento, esperpento que seguimos subestimando y no somos capaces de entender que con “memes” no lo vamos a combatir; que sin una dirigencia comprometida no vamos a sacar al campo popular de su miseria y, discúlpenme, pero creo que esa dirigencia no existe, ya que con las excepciones nunca alcanza. Lo que hay son sujetos políticos que se “adaptan” a los tiempos y a las negociaciones. El enemigo, mientras tanto, sabe muy bien como aprovechar la democracia para gozar de lo que siempre gozó, ya sin necesidad de los militares. Una democracia que se conquistó con las luchas populares, pero nunca fortalecimos lo suficiente como para librarnos o juzgar y castigar a los negacionistas y la abundancia de traidores que nos sacan ventajas.
Será que todavía seguimos creyendo que en política “el amor vence al odio”?. Si es así, que se abran todas las puertas de la resignación y la derrota, porque entonces nos quedamos con consignas que hacen más a lo religioso que a lo político. En política, llegado el estado en el que estamos, si no aprendemos a odiar al enemigo, saber de lo que es capaz, te pasa por encima e intentará que no queden rastros de tu paso por la vida (eso es lo que intentan hacer con el negacionismo y nuestra trágica historia).
Los organismos de DDHH también han sufrido una corrosión que los ha dejado en un estado de sobrevivencia a duras penas. Recuerdan aquellos años en que era imposible conseguir lugar en las salas de los tribunales para observar como se juzgaba y condenaba a los criminales; la gente se agolpaba en las calles donde sucedían los juicios y cada condena era un grito ensordecedor y celebratorio. Hoy en día, a los juicios van los querellantes y algunos familiares, ya son pocos a los que les interesen estos juicios. Los organismos, a su vez, recibieron a los hijos y familiares de las víctima de la dictadura, y algunos de esos hijos eligieron ser funcionarios de distintas áreas de un sector político en el poder, y eso no está ni bien ni mal, el problema es que la política se fue degradando ayudada por los medios de difusión y, por relación transitiva, esto afectó a todos los organismos y, por si fuera poco, varios notables de esa camada dejaron al descubierto que “ser hijo de” no garantizaba estar a la altura de la circunstancia, del mismo modo en que nosotros fuimos testigos que ser abogado querellante en los juicios, tampoco garantiza ser representante del campo popular, ya que, cuando no se transformaron en intendentes próximos a la derecha negacionista, terminaron siendo custodios de las espaldas de una esposa candidata a la intendencia del mismo sector de derecha. Todo esto, obviamente afectó severamente la credibilidad de los organismos que tanto hicieron por resguardarnos y juzgar los crímenes de lesa humanidad.
Si, yo se bien que la rabia no es buena consejera, pero resignarse o dejar que todo siga su curso sin al menos decir algo, es sentirme derrotado y, justamente, por la memoria de los 30 mil compañeros desaparecidos, no quiero conceder, resignarme o sentir que me derrotaron.
Ojalá estas palabras, más que para congraciarse o enojarse, sirvan para algo que aporten al campo popular y su resistencia”.
-Patricio Torne-