Después de un tiempo de trabajo, llegó la idea de sensación de existencia; algo que me parece raro, en una obra de arte.
Más allá de ello, lo cierto es que esa realidad existe envuelta en un manto de ilusión, la cual nos envuelve de alguna manera cada vez que enfrentamos un comentario, matizado con arte. Por tal motivo, la búsqueda del medio para hablar se torna intuitivo e importante, ya que este será tal vez la posibilidad de ser parte de un encuentro amable.
Por casualidad me crucé con la acuarela, sabía de su existencia pero no de alma y libertad propia que esta poseía; por esto y otros menesteres, es la técnica más difícil.
Supongo que hay que observar los ríos y sus aguas, para interpretar de manera natural el movimiento del agua sobre el papel, y cómo esta traslada el nutritivo pigmento, el cual irá tiñendo a su paso el algodón. La gravedad de las cosas influye en el acto pictórico, y según el ángulo del caballete, ésta impondrá su influencia, para esta técnica claro está.
Difícil ha sido expresar formas sólidas en tan plana y transparente expresión y atribuyo esta posibilidad a la luz, la cual es fundamental para dar forma y profundidad a lo melódico del comentario.
Retomando lo de la existencia, pienso que el personaje artístico es aquel que se muestra vibrante ante quien lo mira, y transforma la materia para que aquel que lo observe hable con él. De esa idea sale un cierto esfuerzo en el trabajo, para lograr esa sensación, la cual considero fundamental ya que esta pone de manifiesto el estado humanista de la obra.
Por Juan Bertín.