La pandemia del siglo XXI ha trastocado y modificado los modos de vida de los adultos, de los niños/niñas, jóvenes y adolescentes. Entramos y salimos de “fases”, en todo el mundo, las decisiones traen beneficios y riesgos, nos atraviesan los discursos sobre el cuidado de la salud, de sí mismo y de los otros. Hemos quedado atrapados por el Covid-19. En esta coyuntura las instituciones educativas desplegaron estrategias para llegar a las niñas y los niños de todos los sectores de la población.
De acuerdo a los datos de UNICEF del mes de junio de 2020, más de mil millones de estudiantes todavía no asisten a la escuela. Nos preguntamos: ¿Cómo se abrirán las escuelas? ¿Qué cuidados habrá que tener cuando se reabran las Instituciones educativas? ¿Será Seguro? Infinidades de interrogantes invaden a las familias y a la sociedad toda
Preguntas que no tienen respuestas planificadas, debido a la incertidumbre que nos presenta un enemigo invisible, que además nos enfrenta constantemente a la tragedia de la muerte.
Este acontecimiento mundial que todos conocemos y que nos invita a re-pensarnos y a re-pensar la relación de la humanidad con el planeta todo, también, y casi como una obligación, nos lleva a reflexionar sobre cuál es el papel de los docentes en esta situación mundial
Cada acontecimiento en la historia de la humanidad hizo tambalear las estructuras con las que se fueron construyendo los pilares conceptuales a los que se aferró milenariamente el sujeto y que le costó milenios derribar. Hoy tambalean esas estructuras
Las escuelas no están ajenas a ello. Se venía advirtiendo que el siglo XXI no aceptaría los modelos educativos del siglo pasado, mucho menos del anterior!
Sin embargo, continuamos con esquemas antagónicos y anacrónicos, convertimos el aula en un modelo “moderno” “atándonos con alambres” y como pudimos a las tecnologías, sus aparatos y los neologismos que ella impuso. Hasta que el virus (y no de los dispositivos tecnológicos) irrumpió. ¿Qué haremos ahora? ¿Sin aula y sin escuela? En definitiva, sin estructuras. Nos quedan las utopías y reinventarnos. ¿Cómo será eso?
“Las heterotopías inquietan, sin duda por que minan secretamente el lenguaje, por que impiden nombrar esto o aquello, porque rompen los nombres comunes o los enmarañan, porque arruinan de antemano la “sintaxis”, y no sólo las que construyen las frases: también aquella ,menos evidente que hace, mantenerse juntas…las palabras y las cosas…” (Foucalut,, M. “Las palabras y las cosas”)
La tarea del docente en estos tiempos, será, casi como un imperativo ético, pensar en nuevas categorías conceptuales para todo el edificio pedagógico-didáctico y reconstruirlo ,desafiando y desatando las palabras que designan esquemas escolares antiguos, que dieron certezas para un modelo social que hoy tambalea.
Necesitamos, más que nunca, pensar colectivamente en las escuelas como los lugares donde se desarrolle una verdadera “pedagogía de la esperanza”, en términos de Freire, que saque a la luz “campos epistémicos” que configuren una nueva realidad educativa para la pos pandemia y para este siglo.
Por Alejandra Quinteros.
Foto: Télam.